¡Ah!, ¡Qué alivio!, otra convicción a la basura.
Las convicciones, se espera no sean cosas como para ir y venir, aceptarse o descartarse fácilmente, por algo son convicciones. De ahí viene el chiste Groucho: “Estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros” Se supone que no es así. Si se tiene un principio o una convicción no va a ser cambiada tan fácilmente. De hecho, no debería serlo así para nada, eso parece estar claro, a menos que exista una posibilidad conducente a transformar por algo mejor, pero para allá vamos…
Bueno, empecemos calentando motores de algo muy arraigado…
Se dice que una convicción es el convencimiento que se tiene sobre algo. Quienes tienen una convicción o fe poseen razones o creencias que permiten sostener un determinado pensamiento, discurso, acción, proyecto plasmado en cualquier área de la vida llámese familiar, laboral, social, ambiental, cultural, espiritual, etc. Así que en la viña del Señor una convicción llega a ser cualquier cosa, como por ejemplo, tener la convicción que no se debe faltar a tal o cual rito familiar, por más que ahora se entienda que es cruel o ecológicamente desastroso; entonces aquí se puede comenzar a pensar un poco más que hay casos en los que cambiar de convicción, sin irnos hasta el extremo Groucho, puede no estar tan mal.
Los Oidaterapeutas (Terapia Psicológica basada principalmente en la fe, heredara de la logoterapia) hablan, para el caso, de fe distorsionada haciendo referencia a ese tipo de convicciones que nos mueven, y tenemos arraigadas, pero son definitivamente dañinas. No obstante, volviendo un poco al uso sencillo, no debemos olvidar que la palabra convicción nos trae a la mente algo positivo, lo que significa de cierta forma que alguna persona puede tenerla, manifestarla, ejecutarla, etc.; bajo diferentes circunstancias favorables o convenientes en un espacio particular y egoísta, siendo capaz de mantenerla muchas veces, sin darse cuenta de ello. Así también, las convicciones serían, pues esa carta de navegación ética que fijamos estando en calma y con un apropiado criterio que permita surcar el mar de sirenas y tiburones.
Y entonces ¿cuál sería el gran reto a transformar para no sentirse bajo el hechizo de esta “marea confusa”?
A lo que quiero llegar, conciliando lo mencionado es que si bien las convicciones son importantes y pilares en nuestras vidas, también tienen la posibilidad de evolucionar y cambiar, ya que, quizás no sean absolutas y desde luego, también pueden encontrarse y descubrirse otras superiores.
La pregunta entonces sería, ¿Qué podría hacer cambiar nuestras convicciones? Sin que esto traicione el principio de lealtad y bondad que debe estar detrás de cada una de ellas. Este es un terreno amplio que, casi en cada una de las cuestiones de nuestra vida, suscitaría una discusión extensa; sin embargo, podríamos establecer el principio donde cualquier convicción que tengamos, incluso con sus cosas buenas, podría ser mejorada, o cambiada, si la nueva favorece a otros y no está dictada por algún capricho egoísta de comodidad o ventaja individual. Para todos, “todo”, decían en Chiapas. Los yoguis mismos hablan como algo muy necesario y a la vez muy delicado, la idea de aceptar nuevos conceptos rechazando los viejos.
Finalmente… ¿Quién ganará la batalla?
Para terminar pongamos las cartas sobre la mesa o en caso mejor, poner los platos sobre la mesa. Como humanidad debemos por lo menos, ir más allá de las vacaciones, el sabor preferido del helado, la pretensión o no de altos edificios, por qué mejor no preguntarnos a nivel individual ¿Qué es lo que come la gente? ¿Hay gente por ahí con hambre? ¿Qué tengo que ver con ello?… Y también como humanidad podemos preguntarnos… ¿Estamos haciendo buen uso de nuestras capacidades como especie? ¿Somos solidarios o por el contrario sacamos ventaja cuando podemos? Parece, pero sólo parece difícil porque claro que es posible… El comer o no comer animales está en el punto central de nuestras convicciones, de ahí que muchos lo vean como el centro de una nueva ética.
A todo esto, se podría decir que son tan importantes las convicciones porque sirven para marcar los premios de montaña de nuestra evolución interior. Un asunto nada fácil de sentir y experimentar, pero fundamental, teniendo cuerpo humano.