La religión del consumismo
Religión del latín Religio (re=indica intensidad; del verbo ligare=ligar; ion=acción y afecto) se refiere a la acción intensamente afectuosa de ligarse con lo Superior, podríamos llamarle Dios. Cuando se lee acerca de las creencias de los así llamados salvajes, o de los antiguos babilonios, egipcios, hindúes, nos parecen sorprendentes su cultura y costumbres.
Debido principalmente a la ignorancia, muchos las desdeñan y estigmatizan como si de un caprichoso absurdo se tratara; pero países y culturas considerados como civilizados sustentan creencias verdaderamente absurdas, víctimas y verdugos en una sociedad de consumo que nos consume, a la cual otorgamos el poder de oprimirnos y manipularnos desde el inconsciente. A ella nos liamos y la volvemos como una religión, en lugar de ligarnos con aquello superior existente para cada ser humano en otras plataformas de conciencia: trabajamos muy arduamente, esclavizados por nuestros gastos para mantener un estatus de vida superfluo. Compramos cosas que no necesitamos, gastamos más de lo que ganamos y así continua el ciclo arduamente, sólo para agudizar el vacío y la frustración de no alcanzar jamás ese estatus que prometen telenovelas, anuncios televisivos y películas hollywoodenses.
¿Qué clase de civilización es aquella que cree desarrollarse a costa del sofocamiento de la vida misma, de la conciencia, la explotación del planeta y del hombre por el hombre? ¿No es esto absurdo? Inmersos en “la carrera de las ratas…”, convertimos esta estresante carrera en una zona de confort por no conocer otra alternativa de vida; nos negamos a ver el in crescendo, la decadencia de la situación, tal como en la rama del derecho se estudia que algo socialmente inaceptable, si se vuelve un hecho repetido en la cotidianidad, pasará a ser normal por “legitimarse” como costumbre en el tiempo. Y esta costumbre nos hace pagar más alto de los precios: perdernos a nosotros mismos al ir olvidando poco a poco nuestra esencia como seres humanos, por adoptar arquetipos prefabricados e irreales de conducta, carácter y falsos valores, impuestos por los medios masivos de comunicación cuyo único interés está en el producto del sudor de nuestra frente, el dinero.
Crean fechas festivas y demás para mantenernos como un consumista ofuscado e insaciable. Bajo el yugo de estas maniobras resultará muy complicado escapar de la carrera de las ratas. Cegados bajo estos criterios nos atrevemos a desestimar lo que no está dentro de esta industria de máquinas, fábricas, modas, fracasos, contaminación… ¿por qué permitimos esto?
Porque como bien decíamos, es un hecho que se ha repetido generación tras generación al punto de no poder distinguir ya la ficción de la realidad únicamente porque todos lo hacen. Entonces lo aceptamos como normal aunque estemos profundamente vacíos y desesperados. Como señala Albert Einstein, nos vemos casi obligados a cometer las cosas más estúpidas y degradantes de nuestra existencia al vernos en esa supuesta necesidad de continuar con la farsa.
Primeramente debemos aprender a reconocer esto en nuestra vida, para entonces realmente tomar la determinación de ser lo que realmente somos, y lejos de buscar un bienestar temporal a través de escapes como cigarro, alcohol, viajes, etcétera, es mejor hacer un ejercicio de reflexión y observación profundas: ¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿es esto vivir realmente?, ¿será que hay algo más?… De la respuesta a estos cuestionamientos obtendremos el valor y la fortaleza para salir de ese círculo vicioso.
Tenemos un recurso muy valioso, enlodado sobremanera por quienes alimentan estas tendencias consumistas autodestructivas; se llama fe pero, al contrario de lo que nos han hecho creer, no es ciega, sino el tesoro más valioso que posee el ser humano para reconocer el verdadero propósito de su existencia. Si se usa con esa inteligencia que va más allá de lo que hemos visto hasta ahora -cuya procedencia radica en el corazón de cada individuo-, son representantes y guías de esta sincronía personas que también buscan esa religión o verdad superior y cuyos actos siempre, bajo cualquier circunstancia, van de la mano con sus palabras.